martes, 6 de junio de 2017

Chris Cornell: predicando el fin del mundo (Por Lucas Gunner)

Comencemos por lo obvio: escuché por primera vez a Soundgarden cuando vi el video de ‘Black Hole Sun’. Corría el año 1997.
En 2002, ‘Cochise’, primer corte de difusión de Audioslave, supergrupo formado por los ex Rage Against The Machine y Chris en la voz, sonaba varias veces por día en la MTV, junto con el segundo corte, ‘Like A Stone’, tema que aun sigo disfrutando como en esos días posadolescentes.
Sin embargo, cuando escuché por primera vez ‘Can’t Change Me’, me sentí atónito. No me quedaba claro si la persona que cantaba era realmente el creador de ‘Black Hole Sun’, ese himno grunge, mezcla perfecta entre la canción melódica de los Beatles y el doom de Black Sabbath. ‘Can’t Change Me’ era diferente: tenía un compás de 6/8, el riff era más melódico, sonaban instrumentos acústicos y guitarras con trémolos.
Tras la separación de Soundgarden en 1997, Chris Cornell se dedicó a desarrollar su carrera en solitario. Euphoria Morning (originalmente Euphoria Mourning) es un disco totalmente diferente a Soundgarden, no hay grunge. Es un disco íntimo, plagado de atmósferas, climas cálidos y fríos, baladas con ritmo de blues, tiempos ternarios y melodías preciosas. El segundo corte del disco, ‘Preaching The End of the World’, es, sin exagerar, uno de los temas más hermosos que escuché en mi vida. Chris predica el fin del mundo, busca un amigo para cuando llegue ese momento.
Quizás haya sido lo que estaba viviendo en ese momento, pero Euphoria Morning se convirtió en uno de mis discos favoritos de siempre. A partir de ahí, con el correr de los años, comencé a disfrutar de toda la obra de Cornell en su totalidad: Soundgarden, Temple Of The Dog, Audioslave, y sus shows íntimos de voz y guitarra acústica con covers inimaginables.
“Ella va a cambiar al mundo, pero no puede cambiarme a mí”, cantaba Chris. La sensatez de un cantante, compositor, guitarrista y músico sin fronteras. El portavoz de muchos jóvenes (ahora adultos) que le hacían frente a un mundo difícil de comprender. Un músico que no tuvo límites a la hora de componer, ni de cantar con su amplio registro de cuatro octavas, canciones maravillosas que quedarán en el efímero correr del tiempo en todos aquellos que pensamos que podemos mejorar nuestra existencia con melodías. Quizás se fue demasiado pronto. Quizás su paso por el planeta Tierra fue suficiente para demostrar que el mundo puede ser un lugar hostil, o que podemos embellecerlo, aunque sea de a ratos, con un puñado de canciones que nos salvan.

Gracias eternas. Hasta siempre, Chris.