lunes, 27 de mayo de 2013

Superficies de Placer (Por Juan E.Tranier)

Era una de aquellas sonrisas excepcionales, que tenía la cualidad de dejarte tranquilo. Sonrisas como esa se las topa uno sólo cuatro ó cinco veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior en un instante, para después concentrarse en ti, con un prejuicio irresistible a tu favor. Te mostraba que te entendía hasta el punto en que querías ser comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo y te aseguraba que se llevaba de ti la impresión precisa que tú, en tu mejor momento, querrías comunicar.”  Esta frase pertenece a la novela de F. Scott Fitzgerald, The Great Gatsby, y la dice Nick Carraway, el narrador y observador, sobre Jay Gatsby, personaje misterioso y carismático. También aparece en la nueva película de Baz Luhrmann, la repite Tobey McGuire y la imagen que acompaña a esta reflexión es un primer plano de Leonardo DiCaprio alzando una copa: en medio de una fiesta, con el bullicio, el ruido ensordecedor de fondo y la visión embriagada por el alcohol; la sonrisa seductora, levemente maliciosa y los ojos brillante de Gatsby son algo así como un bálsamo, un alivio, un relajo.

El quinto largo de Baz Luhrmann, El Gran Gatsby, sigue el mismo camino que el director se había trazado desde su primera película, El Amor Está En El Aire (Stricktly Ballroom, 1992), es decir, fastuosas producciones obnubiladas por el artificio, por las ganas desbocadas de contar historias desmesuradas y lanzarse sin red al vacío. O al ridículo, según quien mire.

La película abrió la 66ª edición del Festival de Cannes y, al parecer, no tuvo una gran recepción. La crítica especializada tampoco derrochó demasiados elogios sobre la película y se han generado opiniones encontradas; de hecho, Baz Luhrmann nunca fue del todo bien recibido por la prensa en general. Esta disparidad de opiniones con respecto a El Gran Gatsby tiene que ver con la idea de representación de un texto canónico, o con la pregunta, mejor dicho, que supone representar una obra clásica: ¿hasta qué punto se debe ser fiel al material original?

Si en materia de fidelidad hablamos, Luhrmann ya ha probado ser un irrespetuoso, en el buen sentido de la palabra, de las obras originales que ha decidido adaptar al cine; para muestra véase Romeo + Julieta (Romeo + Juliet, 1996), que ambientaba y traía al presente el clásico de William Shakespeare, provocando la ira de unos y las alabanzas de otros.

El procedimiento que utiliza, básicamente, en El Gran Gatsby es el mismo que en sus películas anteriores, esto es, leer la obra original, tomar apuntes, rescatar la esencia, hacer un bollo con esa obra y ponerse a filmar. El desparpajo, el frenesí y la vitalidad de la obra entera de Luhrmann es admirable, sus pocas ganas de adaptar fielmente un clásico es un ejemplo de lo que debería ser norma. Joe Wright así lo entendió para sus propios films. Por supuesto que algunas veces puede salir bien y otras, los resultados quizás no sean tan favorables.
A quienes no les guste el cine Luhrmann decididamente no les va a gustar El Gran Gatsby, la primera media hora, hasta el momento en que aparece Gatsby, es súper veloz, con un montaje acelerado, nervioso y fragmentado, sumémosle a esto que la película tiene su versión en 3D lo que genera que el vértigo sea mayor aún. A Luhrmann le interesa retratar lo superfluo, lo banal, tomando decisiones estéticas polémicas, como hacer uso del CGI en momentos que uno podría considerar innecesarios o eligiendo musicalizar la película entera con hip hop, R&B y soul actual (Jay Z es uno de los productores ejecutivos del film), pero que, en vista de lo que quiere contar y cómo lo quiere contar, es absolutamente coherente con su propuesta (cabe destacar a Leo DiCaprio, desaforado, enloquecido, vital, moviéndose en un registro exagerado, pero tan divertido y cautivador: definitivamente, es uno de los mejores actores de su generación).

En estos tiempos donde muchos directores hacen versiones adocenadas de obras clásicas, versiones pacatas, remilgadas y poco jugadas (léase Walter Salles y su versión de En El Camino de Jack Kerouac, por poner un ejemplo de un director contemporáneo releyendo una obra indiscutible) es, desde mi perspectiva, fundamental resaltar a esta clase de artistas, por eso, mi intención es defender a tipos como Baz Luhrmann, desprejuiciados y más dispuestos a disfrutar del viaje y la experiencia antes que ser respetuosos o solemnes. Con resultados desparejos, sí, pero moviéndose jocosa y despreocupadamente por terrenos donde más de uno se congelaría e iría a lo seguro, sin siquiera intentar romper los moldes que contienen a la obra que pretender representar.

Por lo tanto, querido lector ocasional, si has llegado hasta aquí es porque algo en tu curiosidad se ha despertado, así que esta opinión, tan secundaria y tan nimia, quizás pueda darte ese empujón que estabas buscando: no tengas miedo y deja atrás los preconceptos, entrégate al placer de lo baladí y lo trivial, adueñándote así de superficies de placer.


El Gran Gatsby
The Great Gatsby, 2013, 142’, USA / AUSTRALIA, Warner Bros. Pictures / Village Roadshow Pictures / A&E Television Networks
Dirección: Baz Luhrmann
Guión: Baz Luhrmann, Craig Pierce. Basado en la novela de F. Scott Fitzgerald, The Great Gatsby
Producción: Catherine Martin
Fotografía: Simon Duggan
Montaje: Jason Ballantine, Jonathan Reidmon, Matt Vila
Música: Craig Armstrong
Arte: Damian Drew, Ian Grace, Michael Turner
Reparto: Leonardo DiCaprio, Carey Mulligan, TobeyMcGuire, Joel Edgerton